La hermandad es muy importante. Los hermanos forman un pequeño mundo dentro de la familia, un clan propio. Dentro de ese clan, existe un subgrupo conformado por los hermanos. Cuando cada uno ocupa su lugar, el resto aprende la empatía, lo que les permite convivir armoniosamente. La hermandad cultiva una lealtad única que difícilmente se experimenta con otras personas.
Cuando se llega a la adultez —si es que logramos alcanzar esa etapa, pues ser adulto es solo un estado, ¿verdad?— ocurre la independencia de los hermanos. No todos logran dar ese paso; no todos podemos independizarnos por completo de nuestra hermandad.
Si todo transcurre adecuadamente y existe un orden, creceremos con un amor incondicional. ¿Y qué significa esto? “Amo a mi hermano, haga lo que haga”. Este amor incondicional surge cuando el desarrollo emocional ocurre de manera equilibrada. Si consigo independizarme emocionalmente, lograré este amor genuino por mis hermanos, un afecto que trasciende cualquier circunstancia.