En el silencio que sigue al dolor, descubrimos que la muerte no siempre es un final, sino una transición. Renzo Alfaro nos invita a mirar la enfermedad como un umbral: no para desaparecer, sino para renacer. Cada síntoma, cada quebranto, es una llamada del alma que nos pide volver a casa, volver al cuerpo, volver al presente.
Rendirnos no significa perder, sino confiar. Confiar en que hay sabiduría en lo que duele, que hay propósito en lo que se rompe. En esa entrega, dejamos de luchar contra nosotros mismos y comenzamos a sanar desde adentro, desde lo invisible, desde lo sagrado.